Categories
books

El maletín de R.d.M.

Las orillas del mar y las aceras de las ciudades se parecen mucho. En ellas, de cuando en cuando, aparecen objetos que convierten un modesto paseo en feliz acontecimiento.

Hace tiempo, una noche en la que ardían silenciosamente las estrellas, yo rescaté de un triste contenedor el que fue maletín de viaje del señor R.d.M.  Encontrar de manera tan indigna algo que sin duda fue muy valioso para su dueño, es un aviso de que todo aquello que poseemos tarde o temprano será de otros. Borges decía que las cosas durarán más allá de nuestro olvido; no sabrán nunca que nos hemos ido. 

El maletín del señor R.d.M.

El maletín estaba cubierto de pegatinas de hoteles y cruceros de principios del siglo XX. Una época en la que viajar por puro placer era privilegio de pocos. Personas afortunadas que tenían tiempo y dinero para subir a trenes con vagones equipados por Wagons-Lits o embarcarse en los primeros vuelos comerciales. Que hacían escapadas en cabriolés italianos y desaparecían varias semanas a bordo de lujosos cruceros. Hoteles distinguidos. Destinos exóticos.

Su historia merece ser contada. Y quizás el mejor libro que yo conozca sea World Tour: Vintage Hotel Labels from the Collection of Gaston-Louis Vuitton. Publicado por Abrams de Nueva York en una cuidada edición. Contiene un tercio de las más de tres mil que el nieto del fundador de la marca, coleccionó en su infinito viajar. Seleccionadas con mimo por la escritora chilena Francisca Mattéoli, se agrupan en torno a veintiún destinos. Vienen acompañadas de textos, fotografías, ilustraciones, documentos y citas.

World Tour

Su origen es incierto. A mediados del siglo XIX, los hoteles solían encargar grabados que mostraban el edificio sobre un fondo blanco. Se enmarcaban y colgaban en las paredes. La ilustración se usaba en facturas, papelería o tarjetas de visita. Algunos viajeros recortaban el membrete y lo pegaban en la maleta como recuerdo. Quizás la avispada dirección de un hotel vislumbró una oportunidad de promocionar el negocio.

Alrededor de 1870 aparecen las primeras. Coincidiendo con los viajes organizados para turistas opulentos. Empezaba una nueva industria que pronto transformaría el mundo y la economía de muchos países. Se hicieron muy populares. Ya a finales del XIX casi todos los hoteles las daban o pegaban en las maletas de sus huéspedes.

Eran un potente artefacto de comunicación y marketing. Buscaban provocar lo que los alemanes llaman Fernweh (nostalgia de sitios lejanos). Despertar deseo o curiosidad en los demás. Para el viajero, revivir un momento y un lugar. Soñar con volver. También eran un símbolo de estatus. Mostraban qué clase de persona se era. Louis-Vuitton usaba un eslogan en los años 20 que decía “Enséñame tu equipaje y te diré quién eres”.

A través de ellas, asistimos la evolución del diseño gráfico occidental. Se adaptaban a las corrientes del momento. Sus formas, colores y tipografías cuentan el auge y caída de los distintos estilos: Art Nouveau, Art Déco, Futurismo Italiano o Modernismo Suizo.

Se sabe muy poco de los diseñadores de estas pegatinas, que luego darían lugar a postales ilustradas y carteles litográficos. Los trabajos no llevaban firma. Quizás porque no lo consideraban digno de un artista de verdad. Sí que conocemos las imprentas de donde salieron. Algunas muy célebres: Boutillier en Paris, Prell Füssli en Zurich o G. Ricordi & C. en Milán. En Nápoles estaba el taller de Richter & Co. Allí trabajaba Mario Borgoni, del que sí conocemos algo más. Su estilo era tan reconocible que en otros países los hoteles encargaban a sus imprentas locales diseños “estilo Richter”.

1936 marca el fin del periodo clásico. La aparición de las primeras vacaciones pagadas para trabajadores en Francia inician el turismo de masas y bajo coste. Los hoteles baratos empiezan a crear las suyas, mucho más desenfadadas. Cualquiera podía tener una maleta con pegatinas. Comienza la era del souvenir, la fotografía de vacaciones y las postales. Tras la guerra, en los años 50 se viajaba ya con menos equipaje. Los materiales cambian. En las nuevas superficies sintéticas resulta más difícil pegar algo que permanezca en su sitio.

Nadie lleva ya pegatinas en sus maletas. El selfi geolocalizado es el símbolo de estatus de nuestro tiempo.

En el amargo pozo de las cosas pasadas, todavía encontramos flotando un fósil viviente: el pasaporte. La mayoría de países descuida mucho su diseño (y el de los cuños de entrada y salida), pero hay algunos muy bellos. Pronto desaparecerán. Son el último vestigio de una época.

Siempre imaginé a R.d.M. pegando orgulloso las pegatinas tras un viaje. Décadas después, los hoteles que visitó aún siguen operativos: Excelsior (San Remo), Universo (Roma), Nevada Palace (Granada), De La Paix (Niza), Sant Gothard (Berna) y Saturnia (Venecia). Una de ellas, fechada en agosto de 1959, es de un crucero nada menos que a bordo del Monte Umbe. Legendario barco de la naviera bilbaína Aznar con un trepidante historial de inmigración, rutas imposibles y contrabando.

El maletín tiene en el asa una etiqueta con las señas de R.d.M (nombre completo y dirección). Si los milagros que a veces ocurren en Internet permiten que alguno de sus descendientes o familiares lea esto y quiera recuperarlo, será un placer poder devolverlo.

[bola extra]

La Biblioteca Nacional mantiene un magnífico archivo de etiquetas de hoteles y balnearios españoles. A través de ellas, podemos pasear por la historia del diseño gráfico nacional. Tampoco aquí encontramos el nombre de sus autores.
Nota: Hay que poner “etiquetas de hoteles” en su buscador.

Más posts de libros en nitroglicerine.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *