Rube Goldberg fue un conocidísimo ilustrador. Prolífico y polifacético, a mitad del siglo XX le tocó vivir el advenimiento de toda una industria dedicada a fabricar un sinfín de objetos que, supuestamente, facilitarían la vida a los ciudadanos norteamericanos; un tiempo en el que parecía que cada familia pronto viviría como los Jetsons.
Su obra más conocida, Inventions, era un contrapunto irónico y genial a toda esa época. Utilizando siempre cosas básicas que uno podría conseguir en las tiendas del barrio, Goldberg imaginaba artilugios que desempeñaban tareas sencillas mediante pasos absurdos y descacharrantes.
Les debo mucho a estas tiras cómicas. Siempre me han servido de enorme inspiración a la vez que de gran advertencia. He aprendido mucho de ellas.
Cuántas veces nos vamos a meditar al “rincón de pensar” murmurando ¿estaré creando una máquina Goldberg?
En uno de sus mejores libros, Mark Kurlansky decía que “[…] La tecnología nunca vuelve atrás sólo crea más tecnología para afrontar los nuevos problemas.”
Cuando nos enfrentamos a crear algo tenemos que lidiar con la ausencia de asideros de seguridad. Siempre estaremos solos con nuestras hipótesis, ideas y dudas; especialmente si tenemos entre manos algo disruptivo o radical.
Pero también puede ser divertido y desafiante el crear una. Existe una gran y simpática comunidad firmemente decidida a concebir la máquina Goldberg más imposible que pueda existir.
Un ejemplo sería esta que nos ayudaría en un cita:
Y asimismo, se puede vivir de las máquinas Goldberg. El sector internet/mobile está¡ infestado de ellas, siendo una especie de ecosistema en el que todo un enjambre de personas y empresas no dan abasto dedicadas en cuerpo y alma a ser “mecánicos” de las máquinas Goldberg de otros.
La libertad de elegir que tenemos como individuos nos permite escoger:
¿en qué bando quieres estar y crecer? ¿En el del creador disruptivo o en el de “Mecánico Goldberg” (con certificación oficial)?.