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Mr. Roark y Mr. X

“There is something entirely Gargantuan in the idea of economising space by piling houses on top of each other, front doors and all. And in the chaos and complexity of those perpendicular streets anything may dwell or happen” (G.K. Chesterton, The tremendous adventures of Major Brown”, 1905)

Aquí­ están la primera edición en castellano de El Manantial (Editorial Argonauta, Buenos Aires, 1948) de Ayn Rand y el volumen de 2008 editado por Dark Horse Books que recopila todo lo publicado originalmente de Mr.X, el cómic de Dean Motter de mediados de los ’80.

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Son perfectos para ilustrar que el sueño de un hombre puede ser la pesadilla de otro.

Mr. Roark: El héroe de El Manantial es un brillante arquitecto cuyas ideas son diametralmente opuestas a las establecidas, lo que le convierte en un outsider. Como casi todo lo de Rand, es un canto a la individualidad y al firme deseo de ser siempre fiel y coherente a los propios principios. Pase lo que pase, caiga quien caiga. Roark es un solipsista recalcitrante que lucha contra todo y todos para conseguir finalmente imponer su visión de las cosas.

Mr. X. Es un antihéroe. Fue un arquitecto brillante, con unos ideales igual de bienintencionados que Roark. Abanderado de la Psychetecture, consiguió levantar la ciudad que siempre soñó sin que nadie le modificara nada, Radiant City (sin duda un homenaje a la Ville Radieuse de Le Corbusier). Pero el resultado no fue el esperado. Los ciudadanos sufren alucinaciones, delirios, malestar y la vida en la ciudad resulta tremendamente angustiosa. Tras unos años desaparecido, retorna a la ciudad para tratar de arreglar el entuerto a la vez que lucha contra un terrible y constante sentimiento de culpabilidad.

Siempre he considerado la historia de Mr. X como una continuación apocalí­ptica de El Manantial. ¿Fue esa la intención de Motter?

Nunca me he identificado demasiado con los Roarks que hay por ahí­ sueltos, que son unos cuantos. No veo mucha diferencia entre un Mr. Roark y un Fidel Castro por poner un ejemplo, aunque no hace falta irse tan lejos. Sus intenciones son en origen bienintencionadas, pero esconden una tremenda vanidad, infantilismo, utopí­a y grandes dosis de irritabilidad que afloran en cuanto las cosas no salen como pensaban.

Por supuesto que todos pecamos de solipsismo, pero me siento más afín al de Thoreau en Walden o incluso al de Montaigne esforzándose en sus ensayos por mantener la dignidad personal en una sociedad fanática y destructora que al ególatra de Roark.

Un trasunto actual de Mr. Roark serí­a quizás Steve Jobs. Que a su vez podrí­a convertirse en un hipotético Mr.X., Imaginemos que el iPhone 4 causara daños irreparables al cerebro. Millones de personas afectadas, muertes por doquier en aras del “best phone ever”, un nuevo Bophal…. Jobs intenta arreglarlo todo con la ayuda del presidente. Hoygan, llamen a David Fincher o alguno de esos.

Por otro lado,  ¿será Paolo Soleri el nuevo Mr.X, la Arcology una evolución de la Psychetecture y Arcosanti la nueva Radiant City?

¿Quién es tu Mr. X? ¿Y tu Mr. Roark?

Para terminar dejo un par de ilustraciones de Mr. X., quizás la más bella conjunción de expresionismo alemán y ciencia ficción en el mundo del cómic. El trabajo de los entonces jóvenes, y ahora bien reconocidos, Seth, los hermanos Hernández: Jaime, Mario, Gilbert, Paul Rivoche...aderezados con los guiones de Motter es una delicia.

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11 replies on “Mr. Roark y Mr. X”

Entiendo tu planteamiento aunque creo que la definición que das del Roark randiano no es precisa. Le describes bien pero luego dices:

“Pase lo que pase, caiga quien caiga. Roark es un solipsista recalcitrante que lucha contra todo y todos para conseguir finalmente imponer su visión de las cosas.”

Sin embargo es al revés: Roark es fiel a sus principios le cueste a ÉL lo que le cueste. Y le cuesta perderlo todo e irse a picar piedra a una mina. La idea subyacente es que el propio individuo debe pagar el precio de su coherencia.

Roark no somete a nadie (nada más randiano que eso). Roark tiene una visión que es “o lo tomas o lo dejas” y no acepta medias tintas ni compromisos. No acepta un frontón griego en su rascacielos para que evoque más clasicismo, por mucho que eso no afecte al uso. No le parece honesto y punto.

Dices que Jobs es un Roark de nuestros tiempos y creo que en eso estoy contigo. Jobs tiene sus principios y nadie se entromete. No acepta nunca soluciones de compromiso. Pero tampoco impone. Eres libre de comprar un iPhone. Apple no es una imposición, es de libre adscripción.

Acepto la de Jobs pero no acepto la de Castro. Creo que era Roark quien en El Manantial dice que no se someterá nunca a la voluntad de otro hombre igual que nunca impondrá la suya a otros individuos. Castro es un dictador (somete a mucha gente de forma obligatoria a su idea), Roark es un liberal individualista.

Quizás Jobs, Castro y Roark sean ególatras, pero su actitud respecto a la libertad individual les hace muy diferentes.

Tienes razón Javi en la matización del perfil de Mr. Roark. Sin embargo, no estoy tan de acuerdo en algunas otras cosas. P.ej. Roark construye edificios, que serán usados por gente. Ok, uno no compra un “piso Roark” si no quiere o no le gusta, de acuerdo. A lo que voy (y ahí enlazo con Mr. X) es que qué pasaría si dejáramos a un Mr. Roark hacer lo que él considera (desde su solipsisimo y principios) como “correcto” dentro del ámbito de la arquitectura. Otro ejemplo, Gallardón no me obliga a usar la Calle 30, pero si como ciudadano tengo que pasar por ahí para ir a mi casa me lo como con patatas, nadie me ha consultado, nadie me ha preguntado, simplemente tengo que convivir con ello.

Mr. X pudo hacer una ciudad en teoría magnífica, ideal, fantástica que atrajo a miles de ciudadanos. Hubiera sido el sueño de Roark. Nadie le tocó una línea de los planos. Hizo y deshizo a su antojo. Pero los resultados no fueron los esperados.

Mi idea del post va más hacia la paradoja de que el sueño de un hombre puede ser la pesadilla del otro, no tanto criticar el perfil de Roark. Y también dar a conocer el cómic de Mr.X que no suele ser muy conocido y puede interesar a los lectores habituales del blog.

Pero Nacho, otra vez comparas erroneamente. Mientras haya elección, puede haber sueño, pero no pesadilla.

Si dejásemos hacer a un hipotético Roark lo que considera correcto, los pisos serían mejores o peores, pero nadie estaría obligado a vivir en ellos. Igual que nadie está obligado a usar iPods o iPhones si no quiere, pudiendo elegir, no solo entre otros modelos, sino también la opción de no usar teléfono o mp3 en absoluto.

Mismo ejemplo que con la Calle 30. Tienes libertad total para mudarte de casa, de ciudad, de país… O para comprar el terreno y construir un parque.

Pero si lo que te molesta es que haya un edificio construido por Roark a tu vista. Que una persona pase a tu lado escuchando música en un iPod o que tengas que cruzar una calle que nadie TE preguntó si querías ahí, entonces el tema es más delicado porque empiezas a invadir la libertad individual de otros. A entrometerte en algo que no te concierne, pero que sin embargo existe y te molesta.

Así empiezan las dictaduras.

Nacho, entiendo lo que comentas. El caso de Gallardón o de alguien que diseña una ciudad entera es diferente porque cuando diseñas un “sistema” que muchos tendrán que aceptar por narices se junta la egolatría con la megalomanía. Una ciudad no es un ipod o un edificio, no es tan fácil escapar de ella.

Hay algo perverso en el diseño de “sistemas” desde el poder.

En este sentido te recomiendo muy mucho un libro de Deyan Sudjic titulado “La Arquitectura del Poder” que habla justo de eso, de cómo los poderosos han jugado a dejar huella en la arquitectura proyectando su propia egolatría (siempre en nombre de un “bien superior”, claro, sea la clase, la patria o el dios que toque). Es un librazo, te gustará.

Como no puedo rivalizar con vuestro análisis del Randismo, me limitaré a comentar, además de lo mucho que he disfrutado el post, que creo recordar que una comunidad basada en Arcosanti es la que aparece en El Jinete En La Onda de Shock, de John Brunner.

Idelamente todos somos libres para elegir y decidir pero la realidad es que nuestro margen de acción tiene límites que imponen otros más poderosos. Acaso somos nosotros los que les sostenemos en la pirámide del poder sin atender al nuestro propio. Pero, hablando en plata, si tengo un campo de maíz ecológico, libre de transgénicos, y tengo la mala suerte de que se me planta al lado Monsanto…valdrá de algo mi derecho como ciudadana, mi libertad personal y todos los abogados del mundo? Puede que en otra vida sí pero en esta, creo que no. De hecho, el pobre grangero denuncia a Monsanto y al final sale con multa acusado de robarle a Monsanto las semillas transgénicas.

@nicolás Nada más lejos de la realidad, no estoy juzgando la libertad individual, ni mucho menos. Es un ámbito de arquitectura. Ambos libros están protagonizados por arquitectos y sobre eso trata mi post.

@javier leí en su día el libro de Sudjic, me gustó. Aunque, por lo menos la edición que tengo yo de la editorial Ariel, eché de menos unas pocas fotos para ilustrar los casos de los que se hablaba y que no conocía. No tenía ni una.

@mort no lo sabía! gracias por el dato. También podríamos hacer un debate con mucha absenta y puros sobre Landismo y Randismo.

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