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Stephen Hawking y Arun Mehta

eLocutor

“El Profesor Hawking únicamente puede pulsar un botón”

Esa frase fue el único briefing que Arun Mehta recibió cuando tuvo que rediseñar e implementar todo el sistema que permite a Stephen Hawking relacionarse (hablar, escribir, leer…) con el mundo que le rodea.

El enésimo fallo en Equalizer (software creado en 1987 y basado en DOS que hasta entonces estaba utilizando Hawking) y sus limitaciones al ser software cerrado, fueron los detonantes de que sus asesores encargaran un nuevo sistema.

La información creada, almacenada y accesible por medios digitales tiene dos grandes amenazas. La obsolescencia y la vulnerabilidad. Son dos problemas que se minimizan con frecuencia, pero que suponen realmente un desafí­o enorme del que no somos plenamente conscientes.

La primera decisión de Mehta fue la de apostar por el código abierto y libre, por si algún dí­a él no pudiera actualizar o arreglar posibles incidencias. La segunda gran decisión de partida, fue la intención de hacer llegar todo el software a cuantas personas pudiera ser útil. No querían ayudar a una única persona, sino a muchas.

Todo lo relacionado con eLocutor (código, demostraciones, proyectos, add-ons) está disponible gratuitamente para que cualquiera pueda hacer lo que quiera con él.

En términos de interacción, el reto es increíble. Poder “copypastear”, escribir, leer, buscar, navegar, acceder a archivos… en resumen, crear un sistema operativo controlado por un único botón y sin que sea insufrible para el usuario, es de una complejidad enorme.

Un botón es binario, sólo permite 2 estados. Sin embargo, Mehta se las ingenió para usar el factor tiempo (transcurrido entre acciones o estados) para tener un elemento más en la fórmula y ampliar posibilidades.

Mehta lo cuenta todo en uno de los 33 capítulos de un libro precioso y atípico sobre ingeniería del software llamado Beautiful Code, en el que varios programadores explican cómo piensan y cómo afrontaron distintos retos. Luis en Ziritione, hace una review más extensa.

Beautiful Code

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lo que hay ahí­ dentro

Peter Grünberg y Albert Fert ganaron hace unos días el Premio Nobel de Física. Gracias a ellos, millones de personas interactúan diariamente con miles de dispositivos que hacen sus vidas un poco más fácil. Sus investigaciones sobre el efecto físico de la magnetorresistencia gigante derivaron en los modernos discos duros.

Peter Grünberg y Albert Fert

Personalmente le tengo pavor a los discos duros por muy fiables y modernos que éstos sean. He sufrido muchos reveses a lo largo de mi vida con ellos y nunca he confiado jamás del todo en ninguna tecnología digital de almacenamiento. Soy más pesimista que Cioran y cuando una de mis unidades fenece siempre exclamo un estoico “tenía que ocurrir” al mismo tiempo que me sumerjo en un profundo sentimiento de impotencia.

Hasta no hace mucho casi cualquier persona podía inferir el funcionamiento de casi cualquier cosa con un poco de curiosidad o interés. Todo el mundo sabía algo de mecánica, electricidad, química….y existían miles de remedios caseros para arreglar los objetos que dejaban de funcionar. Ahora es prácticamente imposible. Nadie sabe lo que ocurre “ahí dentro”, llámese motor, ordenador o móvil. Nunca antes nos hemos sentido tan indefensos e impotentes cuando algo va mal y se estropea.

En el primermundismo en el que vivimos es más fácil, rápido y barato volver a comprar que arreglar. De hecho ni los mismos fabricantes a veces quieren arreglar las cosas y remiten a una nueva adquisición.

Recuerdo un viejo libro de costumbres de finales del XIX en el que se recomendaba que cada día, antes de dormir, uno “debía colocarse de la manera en la que le gustara que le encontraran si moría esa misma noche”.

Muy pocos diseños tienen en cuenta esta macabra recomendación. La mayoría están concebidos para los momentos de esplendor, siempre para el caso mejor…pero casi ningún diseñador piensa en cómo se percibirá su creación cuando no funcione, lo haga con dificultad o directamente se convierta en un objeto inerte.

Hay algo tragicómico y mórbido al contemplar un Audi R8 varado, un Iphone sin batería o un software balbuciendo alerts y warnings sin sentido.

Por otro lado, en estos tiempos… ¿un nerdo de campus party es el equivalente al carpetovetónico señor que los sábados se iba a un descampado a hacer chapucillas debajo de su R-6? ¿es un sysadmin el símil del cubano que con dos alambres arregla todas las antenas de su barrio?

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Chambi y Rosenthal

Siempre me ha fascinado la historia y el legado del fotógrafo peruano Martín Chambi.  Me gusta fantasear pensando cómo era su estudio y su pequeña tienda en el remoto Cusco de principios del siglo XX, ¿cómo y de dónde conseguiría película, lentes, papel, líquidos…? ¿qué usaba cómo inspiración? ¿cómo aprendía y mejoraba su técnica?. Una epopeya sin duda para un modesto fotógrafo en una ciudad que pocos sabrían ubicar en un mapa.

Revisando uno de mis viejos catálogos me volví a reencontrar con una fotografía que creo que merece atención. Se llama “Fiesta de la Cruz” y fue hecha el 3 de mayo de 1930 en Cusco. Tiene un enorme parecido con “raising the flag on Iwo Jima“, la conocídisima foto de Joe Rosenthal hecha 15 años después, el 23 de febrero de 1945. Una es famosísima y le han dedicado desde películas hasta tesis doctorales; la otra no.

Chambi es para mi el Edward S. Curtis de los Andes, aunque su obra abarca muchos más aspectos de la cultura y progresos de su época. Su obra pasó desapercibida durante casi todo el siglo XX hasta que Edward Ranney descubrió el valor de su trabajo y movió cielo y tierra para recuperar todo el material posible, culminando con una gran exposición en el MoMA de Nueva York en 1979.

Adjunto las 2 imágenes:

Martín Chambi Fiesta de la Cruz

Martín Chambi: “Fiesta de la Cruz”. 3 de mayo de 1930

joe rosenthal raising the flag on iwo jima

Joe Rosenthal: “raising the flag on iwo jima”. 23 febrero 1945

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cabinas y metáforas

Hoy en dí­a, en el imaginario popular un “teléfono” es un móvil. De ahí­ que los responsables de TTP (Telefónica Telecomunicaciones Públicas) se decidieran por aplicar esta metáfora en el diseño de las nuevas cabinas que por ley están obligados a mantener en funcionamiento, a pesar de ser un negocio muy poco rentable y costoso de mantener.

nueva cabina de Telefónica

Las nuevas cabinas son “un móvil” y como tal puedes hacer llamadas, mandar sms, fax, e-mail, recargar saldo, bajar melodí­as, software… de ahí que empresas avispadas ya instalen publicidad pegada de politonos y derivados como se aprecia en la parte izquierda de la foto que he sacado esta misma mañana.

Por otro lado, hay que reconocer que los responsables del diseño se han esforzado por darle entidad, utilidad y uso a un objeto en teorí­a condenado a desaparecer. El terminal está preparado para hacer muchas cosas interesantes.

Yo por ejemplo hace tiempo que las uso de hucha. Si descuelgas y marcas *05, las monedas que introduces se donan a la ONG Nuevo Futuro. Ideal para deshacerse de la a veces molesta calderilla de cobre; la pena es que las monedas de 1 y 2 céntimos no valen (sí las de 5 y superiores). A ver si un dí­a se suprimen como ocurre ya en Finlandia donde estas monedas fueron eliminadas y todos los precios terminan en 0 o 5.

También son de última generación los sistemas antivandalismo, para desgracia de esos ya entrañables homúnculos que pasan horas y horas en modo-bucle entretenidos dándole golpes.

Existe una contrametáfora o “metáfora inversa”. Es la que plantean los chicos de C&D Wireless. Un móvil tribanda y libre que convierte la mítica K6 inglesa en un móvil.

C&D

C&D es una muy curiosa compañí­a con una fascinante y trepidante historia detrás. Con este lanzamiento pretenden reencarnar un icono inglés en la vida diaria de los ciudadanos, puesto que ya hace varios años que se dejaron de instalar, pasando a ser un objeto de culto.

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Fred Moore

Fred Moore es una de las figuras menos conocidas en la historia de la computación y un determinante en el uso democrático de los ordenadores personales y posteriormente Internet.

Fue una persona admirable. Un lobo solitario que huía como de la peste del dinero, el reconocimiento o la expectación; de los que no predican sus ideas en un cómodo salón, sino que las convierten en acciones.

Me gusta verle en esta foto, muy joven, con apenas 17-18 años cuando se escapó de casa un verano en lo que parece una NSU alemana.

Fred Moore

Poco después intentó ir él sólo a “intentar parar” la guerra de Cuba en 1959, año en el que se manifestara en solitario en la Universidad de Berkeley para no ser reclutado. Esta protesta para muchos fue el desencadenante cinco años después de uno de los movimientos más importante de la década de los 60 en California, el Free Speech Movement. Fueron los primeros gestos de una vida dedicada a cultivar un espíritu rebelde e incorformista.

Moore es generalmente conocido por fundar el People’s Computer Company y especialmente el Homebrew Computer Club junto a Gordon French. El objetivo del club era democratizar la tecnología. El resto es historia.

De ese club de aficionados que compartían circuitos, robaban placas a sus padres ingenieros y phreakeaban líneas telefónicas salieron la mayoría de visionarios, emprendedores y hackers que ahora son ubermillonarios y famosos. Desde los fundadores de Apple, hasta otros menos conocidos como Lee Felsenstein o Adam Osborne, fabricante del primer portátil comercial, el Osborne -1 y fundador del germen de lo que sería posteriormente la editorial McGraw-Hill) pasando por otros muchos.

Como tantas otras comunidades y clubs, ya tenían sus encuentros, sus newsletters, etc.

La historia del HCC, está bien documentada en el libro Fire in the Valley, de Paul Freiberger y Michael Swaine (libro en el que se basa también la pelí­cula Pirates of Silicon Valley).

Después de todo estas cosas, Fred Moore se dedicó a una vida retirada y tranquila trabajando en proyectos tecnológicos para mejorar la calidad de vida de los habitantes del tercer mundo. Murió en un accidente de coche en 1997.

La vida de Fred Moore se refleja también en un jugoso documental llamado “Walking Rainbow” dirigido por Markley Morris, con muchas entrevistas y material de la época. Es prácticamente imposible conseguir una copia, o por lo menos, no tenemos ni idea de dónde conseguirla.